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martes, 2 de octubre de 2012

La guerra secreta de Roosevelt - Documental de Historia

Franklin Delano Roosevelt fue un hombre en apariencia tranquilo y confiado que supo sacar a su país de dos grandes desastres: La Gran Crisis y la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo tras su apariencia, y siendo el Jefe de Estado de un país en el cual el Presidente es el Jefe de las Fuerzas Armadas, así como de todos los servicios de seguridad de la nación, siempre desconfió de la mayoría de gente que le rodeaba, dejándose aconsejar sólamente por un reducido grupo de personas.
¿Desconfiado? ¿Neurótico? ¿O tal vez consciente de la creciente importancia e independencia de los Servicios Secretos de su país?
Ver on-line: http://www.documaniatv.com/historia/la-guerra-secreta-de-roosevelt-video_97b441c97.html
 


1941- EL ATAQUE A PEARL HARBOUR Y SU TRAMA SECRETA
La decision del Japon de atacar ha estado precedida de indisimulables esfuerzos de parte del gobierno de los EE.UU. para provocarlo y consentirlo y poder asi involucrarse activamente en la guerra contra las potencias del eje quebrando la mayoritaria posicion de neutralidad de los estadounidenses. Las razones de este proceder forman parte aun de la trama secreta no revelada del conflicto en la cual tambien esta involucrada Gran Bretaña.

El ataque aeronaval japonés del 7 de diciembre de 1941 que llevó a los EE.UU. a la guerra
" El 7 de noviembre, el Gabinete de (Franklin Delano) Roosevelt discutió la posibilidad de si los Estados Unidos estaban en condiciones de hacerle la guerra al Japón. El presidente preguntó el parecer de la opinión pública, y (Cordell) Hull contestó que los ciudadanos tenían poca comprensión por los asuntos exteriores. El Congreso sólo se decidiría por una declaración de guerra después de muchos meses de discusión. Roosevelt se encontraba, al igual que cuando su intervención en el Este, ante las barreras constitucionales. No podía tomar la ofensiva, era necesario que el adversario las empezara. Por otro lado, todas las posibilidades de intervenir en los acontecimientos mundiales sin hacer entrar en combate las fuerzas armadas americanas, habían sido agotadas. No existía ningún medio de presión. La política exterior estadounidense había quedado detenida.
Fue en estas condiciones que la nota de Hull recibió los últimos retoques. Contenía sólo dos o tres puntos aceptables para los japoneses. La mayor parte de las proposiciones americanas tendían a un completo subyugamiento del Imperio insular. El Japón debía abandonar Wang Tsching-wei, abandonar, sin condiciones, China y las colonias francesas, y no recibía ninguna seguridad por lo que hace referencia al Manchukuo, tenía que quitar todo valor, por medio de declaraciones concretas, a su participación en el Pacto tripartito jr concluir un pacto de No Agresión que le excluía prácticamente del continente asiático. Durante un Consejo de ministros celebrado el 22 de noviembre en el que participaron Roosevelt, Hull, (Henry L.) Stimson, (Frank) Knox, (George C.) Marshall y Stark, se habló de las medidas de defensa a adoptar contra un ataque japones que entonces parecía inminente «El problema que se plantea es cómo inducir al Japón a dar el primer paso», comentó Stimson al final de la reunión. Al día Siguiente, Marshall y Stark dieron la voz de alarma a los puestos avanzados en el Pacífico. Al mismo tiempo Hull recibía a los diplomáticos nipones para entregarles su nota. A continuación declaró a Stimson: «He abandonado por completo las negociaciones... ahora todo el asunto se encuentra en manos de usted y las de Knox.»
Esta nota de Hull despertó la indignación de los japoneses. Kurusu declaró que «equivalía al final. Nomura llamó inmediatamente la atención del secretario de Estado americano sobre sus graves consecuencias. Togo habló «de un chantaje y de una provocación». Togo, que se consideraba personalmente humillado, veía «fracasar miserablemente» varios meses de esfuerzos. Sin embargo, antes de decidir entre la paz y la guerra, el emperador Hiro Hito quería consultar antes al «Consejo de antiguos jefes de Estado» organismo que, desde hacía mucho tiempo, no había tenido ocasión' de dar su opinión. Después del informe presentado por Tojo, solamente tres de estos antiguos presidentes del Consejo de ministros estimaron que no veían razón para recurrir a las armas. El 30 de noviembre y el 1 de diciembre el Gabinete, la Conferencia de coordinación y el Consejo de la Corona decidieron declarar la guerra a los Estados Unidos enviando un informe detallado del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Mientras Togo redactaba este documento se enteró, con gran sorpresa por su parte, que el mariscal Gen Sugiyama, jefe del Estado Mayor general y el gran almirante Osima Nagano, estudiaban la posibilidad de realizar un ataque por sorpresa, análogo al que había tenido lugar en 1904 contra Port-Arthur. Recomendaban no entregar a los embajadores inglés y estadounidense en Tokio la nota que contenía la declaración, hasta pocos minutos antes de lanzar este ataque. Pero Togo se negó haciendo referencia a los precedentes europeos de los dos últimos años y obtuvo la seguridad de que el informe sería entregado personalmente a Cordel Hull por Nomura y Kurusu, el 7 de diciembre de 1941, a las 13 horas (hora local de la capital americana). El texto fue telegrafiado por fragmentos, la víspera, a los dos diplomáticos. Roosevelt y Hull tuvieron conocimiento de los documentos antes que Nomura y Kurusu.

Efectivamente, los americanos estaban en posesión de la clave empleada por el Ministerio nipón de Asuntos Exteriores. Desde hacía varios meses sus rápidas máquinas de descifraje les proporcionaban las directrices y las informaciones más secretas intercambiadas entre las diversas oficinas japonesas. El presidente y sus colaboradores más íntimos sabían, por lo tanto, lo que se preparaba al otro lado del Pacífico, conocían incluso la palabra clave que desencadenaría el ataque: una indicación metereológica emitida por la Agencia de Prensa JAP: «Viento del Este. ¡Lluvia!».

El 7 de diciembre cuando el presidente Franklin Roosevelt declaró por radio que el Japón había atacado, sin declarar previamente la guerra, decía la verdad ya que como consecuencia de una organización defectuosa, Nomura entregó la nota con 55 minutos de retraso sobre la hora prevista. Pero el Gobierno americano no fue sorprendido, dado que Roosevelt ya tenía en su poder el texto de la nota japonesa veinticuatro horas antes y declaró, en presencia de un testigo ocular, a (Harry Lloyd) Hopkins: «Esto es la guerra».

Los jefes del Servicio de Información contaban igualmente con un ataque desde el 26 de noviembre. Ese día, en efecto, los seis grandes portaviones japoneses habían desaparecido. A continuación Washington interceptó el mensaje: «Viento del Este» y observó que la Marina nipona cambiaba súbitamente de clave. Dado que no sucedió nada hasta el 5 ó 6 de diciembre, no resultó difícil deducir que los portaviones se dirigían hacia las Islas Hawai en donde casi la totalidad de la Flota americana del Pacífico se encontraba concentrada en Pearl Harbour. La situación respondía claramente a los posibilidades discutidas por los especialistas. Era evidente que los japoneses pretendían aplicar el mismo principio que el 9 de febrero de 1904, contando con utilizar el factor sorpresa para obtener un éxito decisivo desde el primer día de la guerra.

Cuando el oficial de información expuso estas perspectivas al almirante Harold H. Stark, jefe del Estado Mayor general de la Marina, fueron rebatidas violentamente. El fin de semana fue muy tranquilo en Washington. No se celebró ninguna conferencia. Roosevelt se acostó después de haber leído 13 de los 14 artículos del telegrama enviado por Tokio y comprobó que se trataba de una declaración de guerra. Stark se fue a escuchar una opereta. El día siguiente, domingo, el almirante llamó al jefe del Estado Mayor general del Ejército (Marshall), pero éste daba un largo paseo a caballo por los bosques de Fort Meyers en la orilla meridional del Potomax. Más tarde, entre los tres medios de comunicación que poseía, el general eligió el más complicado. Su aviso llegó a Pearl Harbour inmediatamente antes del principio del ataque japonés no dejando ya ningún plazo de tiempo para reaccionar al comandante local, almirante Husband E. Kimmel.

El ataque aeronaval japonés
La Flota nipona comprendía el portaviones «Akagi»,, «Kaga», «Shokaku», «Zuikaku», «Hiryu» y «Soryu», tres cruceros pesados, nueve destructores y tres submarinos. El 26 de noviembre, se había concentrado en la bahía de Hitokappu (Japón septentrional) y había recibido casi inmediatamente la orden de entrar en acción: «Nikata kayama nobore...» (Subir al monte Nikata). El 2 de diciembre una orden del Gran cuartel imperial prevenía á su jefe, el almirante Chuichi-Nagumo, de dar media vuelta si eran descubiertos por los navios o aviones americanos durante los tres días precedentes al ataque, de operar según su mejor opinión, si eran avistados dos días antes, y, luego, atacar con todas sus fuerzas sin tener en cuenta las propias posiciones. Los submarinos debían apoyar la acción en aguas de Oahu.
La Flota tuvo que luchar fuertemente contra el monzón del noroeste que soplaba a 17 metros por segundo. No volvió a encontrar buen tiempo hasta el 7 de diciembre por la mañana (u 8 de diciembre, hora de Tokio), a 230 millas al noreste de Hawai. Nagumo mandó enarbolar en el «Akogi» la insignia que enarbolaba el almirante Togo en la batalla de Tshushima y a continuación disparó su flecha: 200 aviones cargados de bombas y de torpedos, el capitán de navio Mitsuo Fuchida mandaba la primera ola. Los bombarderos se acercaron a Oahu volando por encima de las nubes y utilizando, para dirigirse, las emisiones de la estación de Honolulú. Al mismo tiempo el primero de los submarinos entraba en la rada de Pearl Harbour. El destructor «Ward» hundió un segundo submarino. Pero ni el mensaje de este barco, ni la advertencia dada por dos soldados que observaban en 'el radar la llegada de los aviones japoneses arrancaron a Pearl Harbour de la somnolencia de aquella mañana dominical.

El ataque fue excepcionalmente eficaz. Cuando los aviones de Fuchida se encontraron de nuevo sobre el puente de sus portaviones, 2.326 americanos habían hallado la muerte entre el estruendo de las explosiones. De los ocho acorazados americanos, tres fueron averiados: «Arizona», «Oklahoma», y el «California»; dos fueron hundidos r el «West Virginia» y el «Nevada» y tres sufrieron unos daños más o menos graves: el «Terinérssee», el «Maryland» y el «Pennsylvania». Fueron hundidos igualmente el gran buque cisterna «Utah», dos cruceros, varios destructores, barcos auxiliares y un minador. Dos grandes unidades solamente, el portaviones «Enterprise» y el «Lexington», que efectuaban ejercicios más al sur, escaparon al desastre. Roosevelt acogió la noticia sin mostrar una emoción especial. Hopkins, que se encontraba cerca de él, se limitó a decir: «This it is». Pero este ataque contra Pearl Harbour sólo constituía un comienzo"....

fuente: Libro: La Segunda Guerra Mundial - H.G. Dahms (1966)

Lo que hay detras del ataque de Pearl Harbour


http://thelandoflies.blogspot.com.es/2010/01/lo-que-hay-detras-del-ataque-de-pearl.html