Unos exhaustivos ensayos científicos han demostrado que estamos
dispuestos a convivir mejor de lo que creemos con las desigualdades
económicas, políticas, raciales o de género.
“Hoy llevaremos a cabo un experimento de laboratorio que se centra en el
proceso de toma de decisiones financieras. Hasta la fecha, el
razonamiento económico afirmaba que “no hay desigualdad buena”, pero
hemos comprobado que hay otros razonamientos paralelos que sostienen que
“hay desigualdades justas y desigualdades injustas”.
Este es el enunciado de uno de los sorprendentes ensayos sociales,
puestos en marcha en Noruega y que se recogen en el “El precio de la
equidad”. El resultado de los ensayos ha demostrado, que estamos
dispuestos a convivir mejor con las desigualdades políticas económicas,
sociales, raciales y de género, de lo que a priori imaginaríamos y que
aceptamos con facilidad un tipo de sociedad en el que hay un ganador
absoluto.
La historia de la injusticia económica, aparece ya en las más remotas
civilizaciones. Los sistemas impositivos que las regían configuraron el
concepto de la justicia social. Muchos siglos después, la sociedad no
ha evolucionado demasiado al respecto, porque en la actualidad
sorprende, que uno de los rasgos más significativos del mundo moderno es
que la desigualdad se ha abierto camino en los países democráticos sin
despertar una verdadera repulsa popular.
“La sensibilidad hacia la justicia se desarrolla a una edad muy
temprana”, afirman los expertos. “pero la sociedad moldea a las personas
para que se lo salten sin preocupación”, asegura uno de los miembros de
‘La Comisión de Londres por la Justicia’ en “El precio de la equidad”.