Frente a las costas del sur de Japón, se encuentra sumergida una estructura de unos 5.000 años de antigüedad. Una GRAN estructura situada en una zona de difícil acceso para las grandes cantidades de bañistas y turistas, y que básicamente es merodeada únicamente por buceadores. Kihachiro Aratake, un buceador de la zona, con un intento de promocionar el turismo dirigido al buceo de estas aguas, se dedico a buscar zonas con alto contenido turístico para el buceo. Buscando la zona de reproducción del tiburón martillo, encontró algo totalmente diferente. Descubrió unos megalitos de piedra que parecían unas ruinas, un antiguo templo con 25 metros de agua por encima de estas estructuras y alejadas 1 km de las costas de la isla Yonaguni, una pequeña isla 10 km de largo y 3 de ancho.
Investigadores y expertos de la Universidad de Okinawa se sorprendieron cuando vieron estas estructuras. Eran enormes, grandiosas, fascinantes, recordaban mucho a las pirámides de Egipto. Pero las pirámides de Egipto fueron construídas por una gran civilización que gastó recursos incontables en hacerlas. En cambio, la población de la pequeña isla de Yonaguni era poco más de un par de aldeas esparcidas por la isla, además de la enorme diferencia de que las pirámides japonesas, fueron construidas bajo del mar.