Budrus y la obsesión occidental de encontrar a su Gandhi palestino
Budrus es un filme documental, de 2009, que narra la estoica resistencia pacífica de una aldea cisjordana a la invasión del muro de la vergüenza, construido por Israel en su tierra histórica. El filme, producido por la organización Just Vision, con sede en Jerusalén y Washington, está dirigido por la galardonada y prestigiosa documentalista brasilera
Julia Bacha.
Ayed Morrar es el personaje principal del filme y el líder de esta resistencia pacifista que ha contagiado a no pocas aldeas cisjordanas bajo el mismo loable método de lucha. Tiene la virtud de haber unido en un mismo frente a manifestantes de Fatah y de Hamás y del que la participación de las mujeres palestinas y cientos de activistas israelíes es también crucial.
Hasta aquí, nada que objetar y todo por apoyar. Sin embargo, observamos con cierta perplejidad una serie de discursos que empiezan a construirse desde Occidente y que nos parecen falaces, engañosos y cínicos.
A Morrar ya le pusieron el apodo del Gandhi palestino. Y no es casual este mote. De un tiempo a esta parte los medios occidentales y ciertos personajes y líderes políticos vienen buscando de manera obsesiva un líder palestino que se asemeje a Gandhi o a Martin Luther King en su lucha y resistencia “no violenta”.
Empecemos con una frase de un discurso de 2009 del presidente Obama en El Cairo:
“Los palestinos deben abandonar la violencia”
Cuanto menos, cinismo puro y duro. Nos deja claro el presidente que son los palestinos los que deben abandonar la violencia. Lo que viene haciendo Israel desde hace más de 62 años es inocencia inmaculada, faltaba más.
El legislador estadounidense del Partido Demócrata, Brian Baird, festejó el llamado a la no violencia, incluido el discurso del presidente Obama:
“Se necesita un líder como el indio Mahatma Ghandi o el estadounidense Martin Luther King”.
Baird y el legislador demócrata Keith Ellison participaron en una de las presentaciones del filme, sentados junto a Morrar, Avni (productora israelí del filme) y la directora Julia Bacha, y distribuyeron en el Congreso y sin parar cuanta copia del documental pudieron. Estos dos legisladores tienen un papel activo en el conflicto y son actualmente esenciales en la estrategia de difusión de Budrus y su mensaje.
El cantante Bono decía a principios de año en una columna del New York Times:
“Pondré mis esperanzas en la posibilidad, por muy remota que sea actualmente, de que (…) la gente que vive en lugares llenos de rabia y desesperación, lugares como los territorios palestinos, halle en sus próximos días en su propio seno a su Gandhi, su King, su Aung San Suu Kyi”
Es de esperar que Bono nos explique por qué está detrás del videojuego
Mercenarios 2 ambientado en Venezuela y cuya misión es destruir ese país con cuanta arma esté a nuestro alcance y eliminar a su “dictador” en clara alusión al presidente
Hugo Chávez. Vemos que predica con el ejemplo el cantante irlandés.
Por otro lado, la directora brasilera Julia Bacha, dijo que el documental se enfoca en la pregunta que su organización se hace con frecuencia:
“¿Dónde está el Gandhi palestino? ¿Por qué los palestinos no están usando la resistencia no violenta? Si usaran ese método tendrían paz”.
Lo que de aquí a decir que los palestinos no tienen paz porque son violentos, un breve paso.
Luego de la presentación en Jerusalén, Hani, un árabe-israelí, dijo:
“Necesitamos mostrarle al mundo que no somos violentos, que no somos terroristas, que no queremos matar a israelíes, sólo queremos nuestra libertad”
La comandante de la policía fronteriza israelí, Yasmine Levy, dijo impresionada sobre las mujeres que se manifestaban:
“Incluso si las golpeaban o les disparaban, no tenían problema. Hicieron todo lo posible para asegurar que la tierra siguiera siendo suya”
“A través de nuestra lucha no violenta, probamos que si quieres construir seguridad, puedes lograrlo sin castigar a la gente y sin provocarles sentimientos vengativos en tu contra. Yo creo que si cualquier pueblo en los territorios palestinos hace lo mismo que hicimos en Budrus, tendrán tanto éxito como nosotros”
Ya tenemos al Gandhi palestino, a las organizaciones israelíes que están detrás, a los políticos y personajes públicos que empiezan a darle difusión y a los medios occidentales que ya están construyendo el discurso que venían buscando obsesivamente.
El mensaje es muy claro: éste el único método que aprobamos para la resistencia palestina, todo lo demás es violento y sólo está destinado a generar represalias por parte del Estado de Israel.
Es más que curioso cómo se asemeja todo esto al histórico discurso del colonizador que en su mentalidad criminal le dice al colonizado cómo debe vivir, cómo debe comportarse y cómo debe resistir (y como no, cómo debe gobernarse). En este método de aculturación denigrante, nosotros tenemos que recordarles una serie de cuestiones.
En primer lugar debemos decir que Israel ha encarcelado y matado a muchos Gandhis palestinos en estos últimos 10 años, por lo que el tan cacareado éxito es más que relativo y cuestionable.
(Ver listado y página)
En segundo lugar, les recordamos lo que dijo Gandhi:
“Yo cultivo el coraje tranquilo de morir sin matar. Pero, para el que no tenga ese coraje, le aconsejo el arte de matar y de morir, antes que huir cobardemente del peligro”.
En tercer lugar, debemos decir con la mayor de las claridades que todo pueblo tiene derecho a la resistencia en cualquiera de sus variantes ante la barbarie colonizadora y criminal, incluida la resistencia armada. Es un derecho inalienable contemplado en la legislación internacional y ratificado en la Resolución 3070 de la ONU en 1973 que:
1. Reafirma el derecho inalienable de todos los pueblos que se encuentran bajo dominación colonial y extranjera y subyugación foránea a la libre determinación, libertad e independencia de conformidad con las resoluciones 1514 (XV) de 14 de diciembre de 1960, 2649 (XXV) de 30 de noviembre de 1970 y 2787 (XXVI) de 6 de diciembre de 1971 de la Asamblea General;
2. Reafirma igualmente la legitimidad de la lucha de los pueblos por librarse de la dominación colonial extranjera y de la subyugación foránea por todos los medios a su alcance, incluida la lucha armada;
3. Insta a todos los Estados a que, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas, reconozcan el derecho de todos los pueblos a la libre determinación e independencia, y ofrezcan ayuda moral, material y de otra índole a todos los pueblos que luchan por el pleno ejercicio de su derecho inalienable a la libre determinación e independencia.
El artículo 2 de la Resolución 3070, del 30 de noviembre de 1973, de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que constituye, como todas las resoluciones de la ONU, derecho internacional que deben ser acatado por todos los Estados miembros, deja nula de toda nulidad, todas las acusaciones de “terrorismo” con las que se tienden a denominar las acciones de defensa de los pueblos libanés y palestino, frente a las continuas incursiones e invasiones del ejército del Estado de Israel.
Podríamos también hablar de la violencia liberadora de Jean Paul Sartre en su apoyo intelectual y lúcido a la guerra de liberación argelina y todo movimiento de liberación, o la lucidez de pensamiento y acción del revolucionario Frantz Fanonen su intento por encontrar vías de lucha propia y libre de injerencia mental eurocéntrica bajo cualquier régimen de colonización.
Pero creemos que con lo dicho queda más que clara nuestra posición. Felicitamos a los manifestantes de Budrus y otras poblaciones cisjordanas. Les abrazamos a la distancia y les animamos a seguir su lucha. Pero también les decimos que no formaremos parte del engañoso discurso occidental neocolonizador que pretende borrar de la Historia y del Derecho la legitimidad de toda resistencia ante el criminal opresor.
Sabemos que la primera víctima de cualquier conflicto es la verdad. No nos cansaremos de recordarla siempre que sea necesario.
Fernando Casares
casares.fernando@gmail.com
La película empieza con el organizador de la comunidad palestina, Ayed Morrar, diseñando estrategias de “resistencia popular y no violencia”. Morrar reúne los principios básicos de la lucha: el pueblo palestino reivindica el derecho a la autodeterminación y a la dignidad. Occidente, incluido Israel, adoptó estos aspectos hace mucho tiempo. La diferencia con Budrus es que los palestinos los toman más en serio que Occidente. Evidentemente, creen que son igualmente humanos y defienden que esos derechos son literalmente universales. ¡Cómo se atreven!
Israel disfruta de forma privilegiada de los derechos, lo que se refleja en la película en una entrevista con el capitán del ejército israelí Doron Spielman, quien afirma: “A fin de cuentas, una protesta no violenta no va a acabar con la barrera. Eso no va a suceder, porque los hombres, las mujeres y los niños de Israel necesitan dormir por la noche”. Es la representación más auténtica posible de la lógica de Israel durante sus 43 años de ocupación. También representa unos ideales muy limitados, muy comunes en la sociedad israelí: puesto que la paz verdadera se considera inalcanzable, “paz y tranquilidad” se convierten en sustitutos ideales. Bacha permite que Spielman y los demás digan lo que piensan e introduce sus comentarios en la película en función del contexto; a lo largo de la película, sólo una vez presenta opiniones claramente contradictorias, una a continuación de otra.
Los tres personajes principales de la película son el pueblo de Budrus, el muro israelí en la Cisjordania ocupada y “la Lucha”. La interacción entre estos personajes da testimonio de la intimidad entre el entorno de la cultura y la cultura enla vida. Un agricultor de la zona explica que en los pueblos agrícolas como Budrus, “la muerte, el robo de la tierra y el desarraigo de los árboles son una misma cosa”. Este contexto da más importancia a las escenas en las que el ejército israelí arranca un olivar. La relación tierra-cultura-vida nunca se ha visto más clara que una escena en la que un agricultor de mediana edad le dice a un policía fronterizo: “¿Ha arrancado usted mis olivos? No tengo a donde trasladarlos”. El dolor y la perturbación se podían leer en sus expresiones y gestos.
Mientras tanto, Iltizam, la hija de Ayed, manifiesta su escepticismo acerca de la falta de participación de las mujeres. “Hemos visto a los hombres tratando de empujar a los soldados y ninguno lo conseguía”, dice con una sonrisa cómplice. “Pero creo que las chicas sí que podrían hacerlo”. Y así fue. Y así lo hicieron.
La película está al borde de caer en todo tipo de trampas de sentimentalismo y estereotipos, pero lo hace. Aunque parezca decantarse por el partidismo político, tampoco lo hace. Da la sensación de que va a caer en la manifestación palestina de “Oh, también hay israelíes muy amables”, y con eso se evita la respuesta fácil pero no es porque Budrussea una película extraordinariamente lograda. Hay una falta casi absoluta de desarrollo de los personajes y de contexto temporal (¿Cuándo sucedió todo esto? ¿Cuánto tiempo duró?). A menudo, la película es muy predecible, lo que la convierte en imperfecta. La fotografía no es demasiado brillante, pero es discreta. Aunque la película no parece ser tan buena como es en realidad, Budrus realmente consigue capturar un momento estelar gracias a Ayed, a Iltizam, al profesor y organizador Ahmed Awwad, a la policía fronteriza israelí, a los portavoces militares, a los activistas y anarquistas que se suman en las secuencias de las protestas, a la organización, la brutalidad policial y los debates. Y “la Lucha” se convierte en un personaje muy emotivo, a pesar de que las personas que la representan siguen siendo en gran medida accesorias.
La película comete algún que otro error notable de los que los cineastas son solo parcialmente responsables y de vez en cuando recurre a versiones simplistas como del tipo “no podríamos llevarnos todos bien”. El reciente artículo de opinión de Nicolas Kristof en el New York Times plantea que la película y el pueblo son parte de una sugerencia horriblemente paternalista del hecho que los palestinos sólo necesitan tener “su propio Gandhi” para merecer el derecho ala autodeterminación. La realidad de la solidaridad y la lucha conjunta entre los israelíes de izquierda y los palestinos es muy compleja debido a la dinámica ocupante-ocupado y colonizador-colonizado. La población de Budrus y los compañeros que se han solidarizado con ellos han luchado mucho aunque no siempre con éxito para dirigir esta relación de colonialismo y reconocer la tensión entre la verdadera solidaridad y el paternalismo. El tema de la película es muy amplio y no se profundiza en el aspecto de la lucha, como es comprensible, ya que la película trata sobre Budrus, su gente y su lucha, y no sobre la izquierda israelí y los otros. Por esta razón, es probable que a los liberales occidentales como Kristof les encante la película, que se maravillen de los árabes que sorprendentemente deciden no hacerse explotar, que se pregunten en voz alta cómo se dice “Gandhi” en árabe. La culpa es más de su propia falta de comprensión de los acontecimientos de Budrus (¡y de Gandhi!) que de Bacha, pero si los personajes de la película se hubieran desarrollado más, probablemente reflejarían mejor la compleja dinámica en juego.
La victoria de un pequeño pueblo de Cisjordania al conseguir desplazar el muro unos pocos kilómetros y recuperar la gran mayoría de las tierras confiscadas por Israel es un logro bastante impresionante, al margen del contexto de la ocupación. Para los más versados en las bases de la organización palestina es un logro difícil de creer, ya que la inmensa diferencia económica, militar y poder político entre israelíes y palestinos normalmente hace que las disputas se resuelvan a favor de Israel. Pero esto no pasa en Budrus. Y la película de Julia Bacha capta realmente este momento revolucionario y lo comparte con el público.
Un compañero de Eugene Debs, una vez dijo: “Ese viejo con los ojos en llamas realmente cree que puede haber una cosa tal como la hermandad del hombre. Y esto no es lo mejor. Siempre que él esté cerca, yo también lo creo”. Budrus es así.