Silencio Forzado es un
contexto bien logrado, para mirar más allá de las cifras por medio de los testimonios, de uno de tantos sectores sociales, que se encuentran atrapados entre la
absoluta ineptitud de las autoridades y los
ataques perpetrados por funcionarios públicos y que se suman a las de organizaciones abiertamente criminales.
El documental denuncia la retórica inútil del gobierno de Felipe Calderón, en la cual se han firmado
absurdos convenios entre las esferas del poder para garantizar (sin éxito) la integridad de la labor periodística — y aunque recientemente se reformó el
artículo 73 para proteger a periodistas— los funcionarios se siguen llenando la boca de grandilocuentes frases mientras se
encarcelan y detienen ilegalmente a ciudadanos por
expresarse en Twitter, se asesinan activistas, se incendian instalaciones de editoriales o bien, se intimidan, secuestran y asesinan periodistas
impunemente— entre muchísimos otros
inaceptables ataques oficiales a la ciudadanía que no es parte del
status quo.
Uno de los logros de este documental es el de denunciar la situación fuera de la burbúja que la Ciudad de México es, en comparación con otros estados — especialmente del norte del país — en donde los periodistas no tuvieron tiempo de asimilar la situación y cuando se dieron cuenta simplemente ya se dedicaban a reportar en condiciones peligrosas que los han llevado a la
auto-censura para sobrevivir, mientras realizan su trabajo. Los periodistas en los estados de provincia son los que se encuentran en una situación más vulnerable, debido a que publicar información acerca de
“actividades ilícitas, nombres y posiblemente autoridades coludidas”, es visto como una
denuncia de aquellos en el poder (ya sea legítimo o ilegítimo) que deriva en
amenazas y violentos ataques. Esto ha llevado a que no se reporten detalles, se firmen las notas como “La Redacción” para proteger a los reporteros e incluso, o bien, se decida no publicar información; cancelando así el objetivo del periodismo:
informar.
La influencia del periodismo tradicional, como los son los periódicos impresos, es importante ya que su incidencia tiene impacto en esferas importantes del poder, como lo es el sector gubernamental. Más aún, la relación del periodismo con los grupos de poder son parte de una complicada relación que en algunos casos — como el de Televisa — benefician en nada a la sociedad y muy por el contrario, forman parte de una serie de acciones que contribuyen a la cadena de impunidad al encubrir y manipular información de una forma que no tiene nada que ver con el ejercicio periodístico.
Mucho menos con la democracia. De cualquier forma, un
deplorable ejercicio periodístico o una ética vendida
no justifican ataques violentos, amenazas, secuestros o asesinatos — y por esto es motivo de alarma una de las denuncias más importantes que hace
Silencio Forzado: la mayoría de periodistas asesinados, desaparecidos y agredidos
estaban investigando historias en donde había autoridades implicadas.
El periodismo no es más una labor de una élite y afortunadamente su mítico velo
sagrado ha dejado de existir, gracias a la democratización de la producción y distribución de información que el internet ha desencadenado. Todos podemos informar si así lo deseamos. Cada quien es responsable de informarse de la mejor forma posible, seleccionar y filtrar la abundante información para poder formar un criterio y que eventualmente, nos permita tomar las decisiones que más nos convengan a nuestro juicio.
El periodista como
fuente (no como figurín de televisión o director de periódico Milenario) — como quien realiza
la labor de reportar e investigar en el lugar de los hechos para
generar el contexto de la información — no es una actividad de la cual pueden jactarse muchos periodistas. Esta profesión, ahora de
riesgo extremo en México, es la cual
Silencio Forzado pone en el centro: los
reporteros de provincia y periodistas de investigación, que muchas veces no gozan del bombo y platillo — y la pose obligatoria que conlleva el no dedicarse en lo más mínimo a la labor de investigación periodística — pero que en realidad son los
generadores de la información directamente desde las zonas de conflicto. Ellos son quienes informan y se juegan la vida para hacerlo en el
país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo.
Es imposible considerar
democrático a un país en donde el
crimen organizado es responsable del 14% de los ataques a periodistas y las
autoridades mexicanas del 53%, de acuerdo a cifras de
Silencio Forzado. Estas autoridades — quienes por mandato deben de garantizar todas las
condiciones necesarias para que todos los
ciudadanos ejerzan sus labores, vivan de la
forma más segura y se
expresen libremente — no solo han fallado,
han abusado el poder y traicionado a la sociedad que mal representan.
Fuente: ALT1040