‘Psywar’: historia de la propaganda y el control mental a través de la información
Cuenta como la CIA y los gobiernos utilizan los estudios de relaciones públicas para manipular a las personas a través de los medios de comunicación. Crean diferentes historias, y luego la distribuyen por los medios.
Cuando se revisa rigurosamente la historia moderna de la comunicación política y publicitaria surge la realización incontrovertible de que hemos sido víctimas de un consistente esfuerzo de lavado de cerebro masivo. Se puede argumentar que este lavado de cerebro masivo ha sido o no del todo efectivo, pero no existen argumentos sólidos para decir que la élite en el poder —gobierno y corporaciones— no han orquestado una constante política de propaganda dirigida a manipular la percepción de las masas con el fin de mantener un sistema que les permita seguir incrementenado sus riquezas y, por ende, incrementando la desigualdad social. Esta propaganda masiva ha sido organizada y distribuida fundamentalmente desde las oficinas de relaciones públicas al interior del gobierno y de las grandes corporaciones de Estados Unidos, una línea que se borra entre el gobierno y la empresa (que fuera definida por Mussolini como el fascismo), y se ha vuelto más sofisticada al tiempo que la tecnología y la evolución de las ideas “democráticas” y de derechos humanos lo han hecho necesario.
“La propaganda es la forma en la que la élite se comunica con el público”, dice John Stauber en Psywar,
es más: la propaganda es la única forma en la que la élite se comunica
con el público, ya que evidentemente la élite no se rebaja a comunicarse
en igualdad de circunstancias con “las masas sucias”. Psywar
(la película puede ser vista en su totalidad al final de este artículo)
es uno de los grandes documentales contraculturales de los últimos
tiempos, con una base teórica y una investigación más rigurosa que
documentales ciertamente interesantes como Zeitgeist, y a la altura de The Corporation. Producido por Metanoia con la participación de intelectuales como Noam Chomsky, Howard Zinn, Michael Parenti, Peter Phillips (Project Censored), John Stauber (PR Watch), Christopher Simpson (The Science of Coercion), Psywar
documenta la historia de la propaganda en Estados Unidos y su
aplicación tanto en la política militar como en la industria de la
publicidad para el establecimiento de un estilo de vida que permite al
capitalismo, por medio del consumismo y bajo la ilusión de la
democracia, alimentar a la élite y abismar de una manera pacífica a las
masas.
Tres figuras centrales han formulado las bases de la propaganda en Estados Unidos: Ivy Lee, Walter Lippman y Edward Barnays. Los tres coinciden no solo en que la mente de las masas puede ser manipulada a través de la propaganda, sino que debe de ser manipulada,
ya que las masas no son capaces de autogobernarse. Por esta razón debe
de surgir un gobierno de una élite calificada que sepa dirigir al pueblo
conforme a los intereses de “la riqueza de la nación”.
Ivy
Lee fue contratado por John D. Rockefeller y su compañía Standard Oil
para responder a una crisis de relaciones públicas, luego de que la
Guardia Nacional, pagada por Rockefeller, matara a 19 mineros que
prostetaban. Lee es reconocido como el padre del manejo de crisis en la
relaciones públicas y la desinformación. Lee, en vez de bloquear la
información, creó el comunicado de prensa para decirle a los reporteros
cómo se debía de cubir un evento. Hizo que Rockefeller repartiera dinero
en público e hiciera grandes donaciones, creando de paso la filantropía
como método corporativo de mantener el sistema que permite ganancias
descomunales.
Un ejemplo del padre de la
desinformación fue difundir este comunicado que supuestamente formaba
parte de la estrategia de comunicación de Standard Oil:
“Di la verdad, porque tarde o
temprano el público se dará cuenta de ella de todas formas. Y si al
público no le gusta lo que estás haciendo cambia tus políticas y
alínealas con lo que el público quiere”.
Esta cita fue atribuida Lee, quien en
realidad la formuló para que se esparciera en los medios supuestamente
de forma involuntaria.
Lee, que formó parte del Consejo de
Relaciones Exteriores, fue contratado por la empresa alemana IG Farben
al final de la década de los 20. IG Farben era la cuarta empresa más
grande del mundo y tenía relaciones laborales con Dupont y Standard Oil.
Una de las fábricas de IG Farben fue usada como campo de concentración
durante el Holocausto: en 1944 la planta de Buna tenía 83 mil
prisioneros. El pesticida Ziklon B fue patentado por esta oscura
compañía. El caso de Lee, que trabajó para ambos bandos durante la
Segunda Guerra Mundial, recuerda el caso de Prescott Bush, el abuelo de
George Walker Bush, quien también financiara ambos bandos a través del
Union Banking Corporation.
Una de las primeras aplicaciones
prácticas de la teorías de Lee fueron realizadas por el Comité Creel,
que se encargó de realizar una campaña a favor de la Primera Guerra
Mundial y anti-alemania para el presidente Woodrow Wilson. Desde este
momento se equiparó el militarismo y el patriotismo como si fueran el
mismo valor. El trasfondo de lograr que un país vaya a la guerra es que
la guerra permite al Estado crecer, incrementar su poder y sus fuerzas
de control y represión.
Walter Lippman, quien acuñara el término
“guerra fría”, es uno de los intelectuales más reconocidos del siglo
veinte en Estados Unidos. Lippman, siguiendo el espíritu de James
Madison, dijo que la manada de ciudadanos debía de ser gobernada por
“una clase especializada cuyos intereses iban más allá de la localidad”.
Estas clases están compuestas de expertos, especialistas y burócratas.
Los expertos, a los que se refiere como las élites, eran una maquinaria
de conocimiento que corregía el defecto fundamental de la democracia, la
imposibilidad de un “ciudadano omnicompetente”. En la visión de Lippman
el periodismo es visto como un “trabajo de inteligencia” (no se refiere
a que los periodistas deban de ser inteligentes, sino que es parte del
aparato estatal de inteligencia), que debe darse en cercanía con los
hacedores de la política pública.
A Edward Bernays se le considera también
entre los padres de las relaciones públicas. Sobrino de Freud, vivió
hasta los 103 años de edad y la revista Time lo contó entre las 100
personas más influyentes del siglo XX. Bernays es responsable de
vincular la publicidad con los deseos inconscientes, algo que toma de su
ilustre tío, en combinación con la teoría de Ivan Pavlov del
condicionamiento.
“Si entendemos el mecanismo y los
motivos de la mente grupal, entonces ¿no es posible controlar y
regimentar a las masas, según nuestra propia voluntad, sin que ellos lo
sepan? La reciente práctica de la propaganda ha probado que es posible”.
Esto
es lo que Bernays llamaba “la ingeniería del consentimiento”. Entre sus
campañas Bernays es responsable de hacer para Phillip Morris que las
mujeres percibieran fumar como un símbolo de su liberación, de su poder
personal; también que el pueblo estadounidense creyera que el verdadero
desayuno americano son los huevos con tocino. Bernays trabajó para
varias compañías de alto perfil como Procter & Gamble, CBS y la
United Fruit Company (la compañía que hacía “repúblicas bananeras”).
Para la UFC Bernays realizó una campaña que acabó con la caída del
presidente de Guatemala Jacobo Arbenz Guzmán, quien fuera representado
en los medios como un dictador comunista.
Bernays aplicó técnicas de entrenamiento militar y de guerra psicológica —lo que hoy se conoce como psy-ops—
a la industria de la publicidad y el marketing. Bernays creía que con
la llegada de la producción y distribución masiva de productos era
necesario poder también distribuir ideas de forma masiva.
“La manipulación consciente e
inteligente de hábitos organizados y de la opinión de las masas es un
elemento importante de una sociedad democrática. Aquellos que manipulan
estos mecanismos desapercibidos de la sociedad constituyen el gobierno
invisible que es el verdadero poder de nuestro país… Somos gobernados,
nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos son formados, nuestras
ideas son sugeridas mayormente por hombres que nunca hemos visto”, escribió Bernays en su libro seminal de 1929, Propaganda. Para
los que se preguntan por qué la industria de la publicidad tiene una
sensación tan turbia en su entramado, es porque de origen fue concebida
como una forma de manipular a las masas y preservar el poder para un
grupo selecto.
Uno de los problemas que enfrentaba la
industria en Estados Unidos es que una vez resueltas las necesidades
materiales básicas ya no existe la necesidad de consumir más productos
y, sin embargo, la economía está basada en el crecimiento sostenido, en
incrementar las ganancias de forma exponencial. Entonces Barnays y otros
gurús del marketing se enfrentaron al problema de cómo convencer a los
consumidores de que tienen que consumir algo que no necesitan. Para
lograr esto se aplicaron los métodos de propaganda militar a situaciones
comerciales y se ligó el inconsciente de los consumidores con los
productos que se ofrecían. Se construyó el “sueño americano” utilizando
todo el aparato de comunicación del Estado, el cual incluye a Hollywood y
a todo el Big Media (un ejemplo de esto es la sociedad que formaron las tabacaleras con Hollywood,
pagando enormes cantidades de dinero apara que sus productos
aparecieran envueltos en el halo de glamour del cine de 1930 a 1950).
EL AMERICAN DREAM Y LA GRAN ILUSIÓN DE NUESTROS DÍAS: LA DEMOCRACIA
“La democracia es la superstición de nuestros tiempos”, Jorge Luis Borges.
Cuando se estudia la teoría de la
comunicación, generalmente se dice que la propaganda es algo que solo
ocurrió en la Alemania nazi, bajo la dirección de Goebbels. En Estados
Unidos, el país de la democracia y la libertad de expresión, la
propaganda supuestamente no puede ejecutarse, ya que los medios de
comunicación de ese país liberales serían prontos defensores de los
valores eternos de sus padres fundadores. Sin embargo, es notable que
todos los grandes teóricos de la propaganda anteriores al Tercer Reich,
son de Estados Unidos y trabajaron con los hombres más poderosos de su
país. Lo que ocurrió es que la propaganda en Estados Unidos fue
amaestrada, sofisticada como un arte de persuasión en el que la persona
que es influida cree que es ella misma la que ha llegado, de manera
independiente, a tomar una decisión.
Como hemos visto la publicidad fue la
forma en la que la producción masiva de objetos innecesarios, muchas
veces nocivos para la salud mental y física, fueron introyectados en la
psique colectiva como completamente necesarios y cargados de un
significante emocional. Las técnicas del show business fueron
aplicadas a la publicidad, mezclando un discurso audiovisual que no
distingue en la mente del consumidor entre una estrella de cine y un
detergente, entre la felicidad y una lavadora, entre la sexualidad y un
automóvil: al vincular estos valores y sus imágenes estereotípicas con
productos se ejecutó una programación pavloviana.
En el “sueño americano”, la felicidad siempre está a un producto de distancia.
Se crea la idea de que al comprar un producto —unos tenis Air Jordan,
una bolsa como la de Paris Hilton— se asciende en la escala social,
cuando en realidad las personas, pese a tener estos objetos por su valor
emocional, siguen estando económicamente lejos de las personas que
utilizan o promueven esos productos. El “sueño americano” postula la
idea de que si trabajas lo suficiente, no importa dónde y en qué
circunstancias hayas nacido, podrás lograr la riqueza prometida por el
sistema sociocapitalista . Si no lo logras es porque no trabajaste lo
suficiente o porque no fuiste los suficientemente inteligente; no habla
de que la movilidad económica está limitada por la clase social en la
que una persona nace, no habla de que las personas son pobres porque se
les paga menos por lo que producen, no habla de que para que existan y
sigan aumentando las fabulosas riquezas de algunos se necesitan millones
de pobres y esclavos.
Uno de los analistas que aparece en el documental Psywar
trae a colación una frase de Confucio, quien contestó a la pregunta de
qué haría si gobernara el Estado diciendo que “rectificaría el
lenguaje”. Actualmente esto sería equivalente a controlar los medios de
comunicación. Si puedes controlar las historias que se cuentan y el
lenguaje en el que se cuentan, no necesitas de soldados en las calles,
si puedes controlar a las personas en sus mentes y en su imaginación no
necesitas reprimirlas de forma física. Esta es la sofisticación de la
propaganda, la tautología de una historia. El mismo analista de origen
indio nos dice en Psywars que si la historia del capitalismo no
fuera contada permanentemente en todos los medios se derrumbaría,
porque es un castillo de naipes.
El escritor Louis Ferdinand Celine, en Viaje al Fin de la Noche,
nos da un ejemplo de la sofisticación de la propganda como medio de
tiranía: «Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos
tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas
petulantes en el supremo arte de hacer rendir al animal vertical su
mayor esfuerzo en el currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar
“señor” al esclavo, ni hacerle votar de vez en cuando, ni pagarle el
jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la guerra para liberarlo de sus
pasiones».
Tanto el american dream como la
democracia sustentan el aparato militar de Estados Unidos, justifican
la expansión militar y la destrucción de países enteros para preservar
un valor fundamental que en la práctica no existe: la democracia, junto
con la caridad, es la cortina de humo perfecta que tiene la élite para
mantenerse en el poder y seguir incrementando su riqueza sin que se
organice una revuelta masiva. La democracia crea la ilusión de que es el
pueblo el que elige a sus gobernantes, que estos los representan y
deciden por ellos y la caridad le da a la gente lo mínimo para que
mantengan el status quo y no se levanten de forma violenta.
Noam Chomsky dice que en su país “los
ejercicios de marketing se llaman elecciones” y hace notar cómo la
campaña de Barack Obama fue galardonada con el premio de la industria
del marketing a la mejor campaña del 2008 y cómo las personas que
financiaron su campaña publicitaria fueron los gigantes financieros como
Goldman Sachs, los cuales luego se beneficiaron del rescate económico.
PROPAGANDA MILITAR: CÓMO LA GUERRA SE FABRICA EN LA TELEVISIÓN
La
culminación de la propaganda (“propagar la fe”) se da en el arte de
convencer a un pueblo de que debe de ir a la guerra. La realidad es que
una persona común y corriente no quiere ir a la guerra y no quiere que
sus amigos y familiares vayan a la guerra, para convencerlos es
necesario recurrir una poderosa artimaña de persuasión. Ya hemos visto
cómo Woodrow Wilson recurrió al Comité Creel para persuadir a la opinión
pública de que era necesario ir a la guerra. Antes de eso, William
Randolph Hearst (el magnate representado en Citizen Kane)
utilizó su prensa sensacionalista para fomentra la invasión
estadounidense a Cuba y la guerra entre España y EUA. Actualmente la
propaganda se ha vuelto parte intrínseca de las noticias que se consumen
en Estados Unidos y en el mundo a través de grandes conglomerados de
medios.
Cuando vemos un anuncio en la televisión
respondemos de forma distinta a cuando vemos una noticia porque sabemos
que ese anuncio ha sido pagado por una compañía que tiene interés de
que compremos ese producto y busca influir nuestra opinión. No nos damos
cuenta que las noticias que se han emitido antes del corte comercial
también fueron, en muchos casos, producidas y pagadas por una compañía o
una dependencia estatal con el fin de influir nuestra opinión.
Dos ejemplos comprobados: el caso de la
estatua de Saddam Hussein tirada supuestamente por el pueblo de Iraq y
que simbolizó la liberación y la llegada de la democracia, esto, se
comprobó, fue una “psy-op” orquestada por la inteligencia militar de
Estados Unidos, que además distrajo de los bombardeos que ocurrieron ese
día y en el que murieron civiles.
Otra invención propagandística fue el
rescate de la soldado Jessica Lycnh, que recibió cobertura masiva y se
le llamó el rescate de “la rambo femenina”. Todo esto fue orquestado por
el gobierno de EUA como un nuevo “wag the dog”, una muestra de épico
patriotismo producido en CNN.
De inicio la guerra contra Iraq, más
allá del cuestionable atentado de 11 de septiembre del 2001, recurrió a
las relaciones públicas y a la propaganda para convencer al pueblo
estadounidense que debía atacar a Sadam. Donald Rumsfeld convirtió su
oficina en el Departamento de Defensa en una agencia de marketing. En lo
que se conoce como el “pundit program“,
el Pentágono empleó a 75 militares retirados y contratistas del
gobierno para que aparecieran en los medios, con guiones preparados,
para hablar a favor de la guerra contra Irak.
Estas son solo algunas de las historias
falsas que han sembrado en los medios, existen muchas más de las cuales
no nos hemos enterado o que no han sido aceptadas por el gobierno de
Estados Unidos ya que tendrían un peso mucho mayor, una de ellas podría
justamente el atentado a las Torres Gemelas.
Hay una línea histórica que justifica la
invasión militar que ha sido usada por diferentes presidentes y
recientemente por Kennedy Reagan, Bush y el mismo Obama, y es que
Estados Unidos es el pueblo ungido para liberar al mundo y llevar la
democracia. Esto puede ser visto en el lenguaje que utilizan los
mandatarios. Se utiliza el sermón de la montaña: “You are the light of
the world. A city that is set on a hill cannot be hidden.” La retórica
bíblica de Estados Unidos ha usado esta frase en repetidas veces para
referirse a Estados Unidos como esa “ciudad en la colina” (city upon a hill).
Es el símbolo de Obama también, del nuevo amanecer, la ciudad del sol
sobre las montañas. Las guerras de Estados Unidos también tienen un
trasfondo de guerras santas, el cual podría ubicarse en la manifestación
del destino de erigir una nueva civilización, una nueva Atlantis, bajo
un gobierno global único, que ha sido propugnado por sociedades secretas
durante siglos.
Por último queremos incluir en la lista
de las compañías más odiadas junto a Monsanto, a Facebook, a Goldman
Sachs, a BP, al gigante de las relaciones públicas, Burston-Marstellers,
una compañía que se embolsa cientos de millones de dólares al año
haciendo campañas para personas y empresas de la calidad moral como la
junta del dictador argentino Hugo Videla, el gobierno de Indonesia
después de que masacrara a 400 personas en Timor Oriental, a la
petrolera Royal Dutch Shell que devastara a Nigeria, a la oscura
contratista Blackwater que matara a más de una docena de civiles en
Irak, a Exxon-Valdez, etc. Burston Marstellers es lo más cercano al
abogado del diablo o a la agencia de marketing y manejo de crisis de la
oscura élite que desgraciadamente está destruyendo al planeta,
implementando una guerra perpetua, a veces explícita y veces sutil, por
controlar la mente de las personas que habitan este mundo.
Fuente: http://pijamasurf.com