¿Te acuerdas cuando le cortábamos la cabeza a los comunistas?
Este encabezamiento podría ser una perfecta paráfrasis del documental de producción noruega The Act Of Killing (un título que en inglés es un retorcido juego de palabras, y que podríamos traducir por «El asesinato escenificado»), dirigido por los estadounidenses Joshua Oppenheimer y Christine Cynn y por un indonesio (suponemos) que prefiere guardar el anonimato, y que se alzó con el primer premio en Documenta Madrid. Decir que no habréis visto nada igual en vuestra vida es poco refinado, pero no se me ocurre nada más expresivo: ni habéis visto nada igual ni habréis tenido unas sensaciones tan atragantadas. El estupor, la incredulidad y la rabia contenida que te invade ante lo monstruoso de lo narrado influyen en tu decisión a la hora de definir el espeluznamiento que te produce. ¿Tristeza, furia, desesperación? No sé, quizá las tres cosas a la vez.
Joshua Oppenheimer muestra en 'The Act of Killing' a los genocidas de
Indonesia fanfarroneando y recreando en un rodaje las torturas y
asesinatos que cometieron tras el golpe militar de 1965. Los asesinos
son tratados hoy como héroes nacionales
copiado de
Un director de cine
pide a un asesino que recree para una película las torturas y crímenes
que cometió en su vida real. Éste, encantado con la oferta, se dispone a
ello con entusiasmo y diligencia. El resultado del experimento es una
alucinación cinematográfica que adquiere proporciones épicas cuando se
descubre que el criminal es uno de los líderes más sanguinarios de los
escuadrones de la muerte de Indonesia, bandas de carniceros que en 1965
acabaron con la vida de un millón de personas en menos de un año. The
Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, es la consecuencia de ese
espeluznante delirio de fama de los genocidas indonesios, que hoy
todavía viven como héroes en su país. La película se estrena el 30 de
agosto en España. Werner Herzog, uno de los cineastas que más
genialidad ha aportado al cine documental, ha demostrado públicamente su
asombro ante The Act of Killing. "No he visto una película tan potente,
surreal y terrorífica en al menos una década", ha dicho y, desde luego,
ha dado en el clavo con los adjetivos y con el orden en que los ha
mencionado. Tan pasmosa, tan demencial es la historia de esta película,
que la primera reacción ante ella es de sorpresa. Una especie de
estupefacción que se convierte en aturdimiento y confusión antes de
transformarse en espanto y, finalmente, en algo muy parecido a la
angustia física.
Los escuadrones de la muerte Anwar
Congo, uno de los cabecillas de los escuadrones de la muerte que
actuaron en Indonesia tras el golpe militar contra el presidente
Sukarno, es la estrella de esta película. Verdugo responsable, según sus
palabras, de la tortura y asesinato con sus propias manos de más de mil
personas, escenifica ante la cámara los crímenes que cometió, explica
cómo perpetraba sus agresiones y se vanagloria de haberse inspirado para
ello en las películas de gángsteres que estrenaban en el cine.
Matón de cine, en su juventud él y sus amigos controlaban el mercado
negro de entradas. El ejército les reclutó tras el golpe para los
escuadrones de la muerte porque sabía que odiaban a los comunistas
-principales boicoteadores de las películas de EEUU, las más rentables
en los cines- y ya habían demostrado que eran capaces de cualquier acto
de violencia. Hoy, casi cincuenta años después, Anwar Congo es una
figura venerada en Indonesia.
Fundador de una poderosísima
organización paramilitar (Juventud de Pancasila), en la que figuran
públicamente ministros del Gobierno, se le trata con todos los honores.
Es la imagen, el símbolo, de un país demente, que aplaude la corrupción y
la violencia. Un país en el que los genocidas son invitados de lujo en
los programas de televisión, donde se explayan sobre sus proyectos
cinematográficos y sobre sus aterradores asesinatos reales. Un país
donde una buena parte de la población sigue viviendo completamente
aterrorizada y a la que da la espalda el resto del planeta.
Palabra de genocida
"Matar está prohibido, por tanto, todos los asesinos son castigados, a
menos que maten en grandes ca ntidades y al sonido de las trompetas".
Son las palabras de Voltaire con las que se abre esta película, en la
que conviven las escenas del pavoroso rodaje en el que trabajan los
criminales, con imágenes de ellos en otras situaciones y ante la cámara
contestando a las preguntas del equipo de Oppenheimer.
- ¿Cómo exterminó a los comunistas?
- Los matamos a todos. Eso fue lo que pasó.
"No importa si acaba en la pantalla grande o en la televisión", dice
Anwar Congo refiriéndose a la película que están rodando y antes de
añadir: "Tenemos que demostrar que ésta es la historia, que esto es lo
que somos, para que la gente en el futuro lo recuerde". Un esfuerzo
tardío después de hablar ante las cámaras de este documental, pues es
absolutamente imposible olvidar lo que cuentan, cómo lo cuentan y, lo
peor, cómo lo celebran.
Anwar Congo baila vestido como un
gangster de película después de mostrar el sitio donde llevaba a cabo
las torturas. "Al principio los apaleábamos hasta la muerte, pero había
muchísima sangre (...). Cuando limpiábamos, el olor era terrible. Para
evitar la sangre, teníamos un sistema". Y dicho esto, unos pasos de
chachachá. Estremecedor.
"Matar a gente que no quería morir"
Testimonios como éste se suceden a lo largo de toda la película y no
solo pr ocedentes del recuerdo de Anwar Congo. Un editor de prensa -"mi
trabajo era hacer que el público odiase a los comunistas"-, un líder
paramilitar local que hace ante las cámaras una ronda de extorsión en el
mercado exigiendo dinero, el mismísimo vicepresidente del país, otro
verdugo de la época, un miembro del Parlamento de Sumatra del Norte o el
subsecretario de Juventud y Deporte hacen sus personales aportaciones
al documental, dejando constancia de una de las cosas más sorprendentes
de todas, la absoluta banalidad con que todos perciben el genocidio
cometido y la perfecta impunidad que han construido a su alrededor.
"¿A cuántas personas mató?" pregunta a Anwar Congo con una sonrisa
deslumbrante una presentadora de la TVRI, televisión pública de
Indonesia. "A unas mil", contesta él también sonriente. Espeluznante y,
al mismo tiempo, lógico. Al fin y al cabo, Anwar Congo y sus colegas
torturadores están ahí haciendo publicidad, promocionando la película
que han rodado describiendo sus asesinatos.
La aberració n ha
llegado aquí a su punto culminante. Han pasado casi dos horas desde que
comenzara la película y el espectador ha asistido al grotesco
espectáculo de la fanfarronería de unos asesinos de masas. En todo ese
tiempo se habrá preguntado, seguramente varias veces, ¿cómo es posible
vivir con ello y ni siquiera arrepentirse? La respuesta es que
probablemente no es posible.
"Sé que mis pesadillas las causa
lo que hice, matar a gente que no quería morir", dice en un momento del
documental Anwar Congo, cada vez más afectado por el proceso de rodaje
de la película y a quien la cámara de Oppenheimer graba también mientras
interpreta el papel de víctima en una de sus recreaciones. Momento
clave para el genocida y para The Act of Killing, éste en que el asesino
se pone en lugar de sus víctimas. Es una secuencia que conduce al final
de este documento. Y aquí, las turbulencias emocionales por las que ha
pasado el espectador son tantas y tan profundas que ya es muy difícil
decidir si ese hombre -en el que algo ahora ha cambiado- está
arrepentido o si lo que siente es asco ante la marea de sangre provocada
o si es que realmente no quería entender y ahora, por fin, ha entendido
lo que significa el acto de matar.
"UNA TÉCNICA DE RODAJE PARA INTENTAR COMPRENDER"
Ganadora de múltiples premios, esta película se gestó después de tres
años que el director Joshua Oppenheimer dedicó a rodar a los
supervivientes de las masacres de 1965 y 1966. En ese tiempo, el equipo
de la película fue amenazado, acosado y advertido para que abandonara.
Sin embargo, "los asesinos estaban más que dispuestos a ayudarnos y,
cuando los filmamos fanfarroneando sobre sus crímenes contra la
humanidad, no encontramos ninguna oposición. Se nos abrieron todas las
puertas". Y ahí, en medio de lo que Oppenheimer llamar "esa extraña
situación", se inició un segundo punto de inicio de la película.
Propusieron a los gángsteres que rodaran su propia película y que se
interpretaran a ellos mismos y a sus víctimas. "Los protagonistas se
sentían seguros explorando sus recuerdos y sentimientos más profundos; y
su humor más negro. Yo me sentía seguro desafiándolos continuamente
sobre lo que hicieron, sin miedo de que me arrestaran o me golpearan".
"He desarrollado una técnica de rodaje con la que he intentado
comprender por qué la extrema violencia, que muchos consideramos
impensable, no solo es posible, sino que se ejerce rutinariamente. He
intentado comprender el vacío ético que hace posible que los
responsables del genocidio sean homenajeados en la televisión pública
con vítores y sonrisas -dice el director-. Asimismo intentamos arrojar
luz sobre uno de los capítulos más oscuros en la historia humana, tanto
local como global; y expresar los costes reales de la ceguera, el
oportunismo y la incapacidad para controlar la codicia y el ansia de
poder en una sociedad mundial cada vez más unificada. Finalmente ésta no
es una historia sobre Indonesia, es una historia sobre todos nosotros"
The act of killing Trailer 2013 subtitulado en español