Interesante documental sobre la industria alimentaria.
"La industria no quiere que sepamos la verdad sobre lo que comemos porque si uno la supiera, podría no querer comerlo". Esta frase, una de las primeras que se escucha en el documental realizado por Robert Kenner, resume muy bien el propósito de toda la cinta: informar sobre la forma en la que la comida es hecha, transportada y procesada. Desde el principio sospechamos que hay cosas que es mejor desconocer.
Con el objetivo de alimentar a 6,000 millones de personas, las compañías productoras de alimento se han visto forzadas a ajustar sus métodos, por lo que se acelera el crecimiento de los animales y se utilizan semillas genéticamente modificadas en la agricultura. Sin embargo, como sucede en muchas otras áreas en Estados Unidos, pronto descubrimos que el verdadero problema radica en que unas cuantas industrias monopolizan la industria alimenticia.
Por medio de varios testimonios, entre los que destacan el de Eric Schlosser, autor del libro Fast Food Nation (y productor de la cinta) nos adentramos en el oscuro mundo de la producción de alimentos a gran escala.
"Hay un velo, una cortina que es puesta entre nosotros y el lugar de donde viene nuestra comida". Se escucha decir más adelante y después de ver esta cinta, desearías que ese velo nunca se hubiera levantado. Además de las condiciones en las que son criados los animales para el consumo humano, nos enteramos también de las presiones que sufren los granjeros para ajustar su producción a la de las grandes compañías, la omnipresencia del maíz (se utiliza en objetos tan diversos desde refrescos hasta pañales) y la inutilidad de los organismos de gobierno que se supone deberían regular a las grandes compañías.
Si en algo falla este documental, es en asumir que si vives en Estados Unidos y eres pobre, padecerás obesidad por el resto de tu vida ya que es más barato comprar una bolsa de comida chatarra que una de zanahorias. Además se queda corto en profundizar en algunos temas de gran relevancia como la lucha que la compañía de patentes genéticas Monsanto inicia contra los agricultores que guardan sus semillas (una especie de piratería genética) o la historia de Barbara Kowalcyk cuyo hijo de 2 años murió 12 días después de comer una hamburguesa infectada con la bacteria E. Coli. 0157:H7.
Al final, Kenner aporta varias alternativas y no te preocupes: ninguna de ellas involucra mudarte a una isla desierta. Entre las acciones que podemos realizar las más importante es consumir productos orgánicos ya que el impacto ambiental de estos alimentos es mucho menor a los que se producen masivamente. Sin embargo, después de lo que hemos visto esta acción parece demasiado pequeña para solucionar un problema tan grande.
"La industria no quiere que sepamos la verdad sobre lo que comemos porque si uno la supiera, podría no querer comerlo". Esta frase, una de las primeras que se escucha en el documental realizado por Robert Kenner, resume muy bien el propósito de toda la cinta: informar sobre la forma en la que la comida es hecha, transportada y procesada. Desde el principio sospechamos que hay cosas que es mejor desconocer.
Con el objetivo de alimentar a 6,000 millones de personas, las compañías productoras de alimento se han visto forzadas a ajustar sus métodos, por lo que se acelera el crecimiento de los animales y se utilizan semillas genéticamente modificadas en la agricultura. Sin embargo, como sucede en muchas otras áreas en Estados Unidos, pronto descubrimos que el verdadero problema radica en que unas cuantas industrias monopolizan la industria alimenticia.
Por medio de varios testimonios, entre los que destacan el de Eric Schlosser, autor del libro Fast Food Nation (y productor de la cinta) nos adentramos en el oscuro mundo de la producción de alimentos a gran escala.
"Hay un velo, una cortina que es puesta entre nosotros y el lugar de donde viene nuestra comida". Se escucha decir más adelante y después de ver esta cinta, desearías que ese velo nunca se hubiera levantado. Además de las condiciones en las que son criados los animales para el consumo humano, nos enteramos también de las presiones que sufren los granjeros para ajustar su producción a la de las grandes compañías, la omnipresencia del maíz (se utiliza en objetos tan diversos desde refrescos hasta pañales) y la inutilidad de los organismos de gobierno que se supone deberían regular a las grandes compañías.
Si en algo falla este documental, es en asumir que si vives en Estados Unidos y eres pobre, padecerás obesidad por el resto de tu vida ya que es más barato comprar una bolsa de comida chatarra que una de zanahorias. Además se queda corto en profundizar en algunos temas de gran relevancia como la lucha que la compañía de patentes genéticas Monsanto inicia contra los agricultores que guardan sus semillas (una especie de piratería genética) o la historia de Barbara Kowalcyk cuyo hijo de 2 años murió 12 días después de comer una hamburguesa infectada con la bacteria E. Coli. 0157:H7.
Al final, Kenner aporta varias alternativas y no te preocupes: ninguna de ellas involucra mudarte a una isla desierta. Entre las acciones que podemos realizar las más importante es consumir productos orgánicos ya que el impacto ambiental de estos alimentos es mucho menor a los que se producen masivamente. Sin embargo, después de lo que hemos visto esta acción parece demasiado pequeña para solucionar un problema tan grande.
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